POLVO ENAMORADO
El inefable Francisco de Quevedo, en un ya muy conocido soneto, escribiendo sobre el Amor constante más allá de la muerte termina enfatizando que esa constancia se convertirá, a causa de la finitud humana, en cenizas..., en polvo, más en polvo enamorado. Doy este rodeo a la entrada de la Cuaresma para subrayar el estado paradoxal, irónico, de hipérbole que atraviesa toda la Revelación; y así, la muerte se convierte en vida, el dolor en delicia, la derrota en victoria. El saber del mundo es lineal, sin quiebros, sin sorpresas, sin esperanza, es prosaico (prosa -del prorsus latino- es lo que continúa, lo que se repite, lo que aburre) y así, el placer es siempre placer con límites y vuelta a empezar, el dinero es siempre dinero, el poder es siempre poder; prosaico, es decir, triste.
Hemos entrado en el tiempo de la Cuaresma; si la paradoja que fluye a lo largo de estos cuarenta días y que se abre con un destello de triunfo en la Vigilia Pascual..., nos sirviera para entrar en la maravilla de saber que bajo la pasión por el hombre que Jesucristo ha tenido, él que "ha cargado con nuestras enfermedades"... que sigue sufriendo en nuestros dolores, es decir, preparándonos la glorificación..., este juego de ironías y contradicciones aparentes que celebra la estética de la liturgia, constituiría en esta cuarentena una enseñanza que traería serenidad y luz a la existencia cotidiana. Si no, lo que nos queda es la monotonía, el aburrimiento, es decir...: la prosa.
Publicado originalmente en el Boletín informativo de la parroquia de San Juan de la Cruz de Puerto Rico, nº 769 (febrero 2008)