EL DINERO, EL CUERPO, LA DIOSA
El día 4 de agosto, fiesta del presbítero francés, san Juan María Vianney, monseñor Héctor Rivera, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Puerto Rico, en la homilía de la misa del retiro para los sacerdotes que trabajan en la iglesia arquidiocesana, devolvió la emoción a la homilética católica, con una predicación férvida en la que dirigió sus dardos certeros a una advertencia que esclarece el sentido de las convulsiones humanas en este momento histórico: Dios tiene que abatir a todos los ídolos, no porque sean competitivos, sino para salvar al hombre.
Hemos subido a un altar al becerro de oro, el dinero, y Dios lo ha abatido con una bancarrota económica planetaria. Los estados modernos --¡tan valientes ellos contra lo trascendente!-- que nos han enseñado a hozar, a metarfosear nuestros labios, hechos para el beso, en un hocico porcino para escarbar en la malolencia de la basura, tiemblan. Nuestra civilización ha erigido al cuerpo humano en un ídolo adorable, y Dios ha dado permiso a unos microorganismos traviesos y mortíferos, que nos ha regalado el hermano cerdo (AHINI), y los gobiernos mundiales tiemblan ante este maná --¡qué es esto!-- negro. ¡Ay, gobiernos de cobardes, en qué ha quedado vuestra arrogancia!. Leed, leed los textos apocalípticos de Ezequiel.
El movimiento "New age" ha idolatrado a Gaia, la tierra, convertida en diosa amante del hombre, suplantándolo... (de tal manera que lo que estorba en este mundo es el hombre, no el rosal, ni la cordillera, ni el chimpancé) con una ecología que no defiende la vida total (¿han visto ustedes a muchos sedicentes ecologistas en favor de la vida humana no nacida?) sino el uso y abuso hedonista de la tierra... Así, han convertido a la Madre --Hermana-- Tierra, como la llamaba el más fino ecologista europeo, Francisco de Asís, en una diosa madrastra que devora a sus hijos con terremotos en Japón, con tifones en Filipinas, Taiwán y China y con avalanchas de una hidráulica enloquecida en Europa ¿En qué ha quedado esa diosa madre-tierra idolatrada? Pues en eso, en un átomo paranoico de ruinas. La crítica epidérmica proclama que estos fenómenos se deben al recalentamiento de la tierra: tú si que estás recalentado, geólogo pitirrisas: esa es la causa epidérmica para un contemplador epidérmico; la luz de la fe, que rehúsa la epidermis crítica, dice que es Dios quien lleva la historia. Y, si no, a esperar el diluvio, Papo.
(Publicado originalmente en: Boletín Informativo Parroquia San Juan de la Cruz, nº 848, agosto 2009. Puerto Rico).
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