EL ENIGMA DE LA LLEGADA DEL SEÑOR


     Lo hemos anunciado en homilías, editoriales y en comentarios pertinentes: del miedo nació el pecado y es pecado. Una larga y torpe predicación ajena al Evangelio y a la tradición más pura de la Iglesia, ha conducido a los fieles a vivir en vilo, en temblor y miedo ante la llegada del Señor. Se lo explicábamos a los niños en la celebración eucarística que iniciamos en el último domingo para ellos, a las nueve y media de la mañana: la llegada del Señor es como la agradabilísima sorpresa que preparamos en un cumpleaños, apagando luces y llenando de signos festivos una habitación, a la espera de que llegue el cumpleañero: silencio, tgensa alegría..., hasta que se abre la puerta de la estancia, aparece al que esperábamos y comenzamos a encender luces y cantamos el Happy Birthday to you! Esa es la venida, y esa es la misma venida que acontece en muchos instantes en nuestra historia; por eso nuestra historia es un Adviento sin fin..., hasta que El llegue por última vez para llevarnos con él a la felicidad, que es El; el cielo es estar con El, dice el catecismo de la Iglesia Católica.
     No hemos encontrado un texto más límpido que el de un diácono, San Efrén, el sirio, de los inicios de la Iglesia primitiva, para que lo que escribimos no sea una ocurrencia de este editorialista: 
"Para atajar toda pregunta de sus discípulos sobre el momento de su venida, Cristo dijo: Esa hora nadie la sabe, ni los ángeles ni el Hijo. No os toca a vosotros conocer los tiempos ni las fechas. Quiso ocultarnos esto para que permanezcamos en vela y para que cada uno de nosotros pueda pensar que ese acontecimiento se producirá durante su vida. Si el tiempo de su venida hubiera sido revelado, vano sería su advenimiento, y las naciones y siglos en que se producirá ya no lo desearían. Ha dicho muy claramente que vendrá, pero sin precisar en qué momento. Así todas las generaciones y todas las épocas lo esperan ardientemente.
     Aunque el Señor haya dado a conocer las señales de su venida, no se advierte con claridad el término de la misma, pues, sometidas a un cambio constante, esas señales han aparecido y han pasado ya; más aún, continúan todavía. La última venida del Señor, en efecto, será semejante a la primera. Pues, del mismo modo que los justos y los profetas lo deseaban, porque creían que aparecería en su tiempo, así también cada uno de los fieles de hoy desea recibirlo en su propio tiempo, por cuanto que Cristo no ha revelado el día de su aparición. Y no lo ha revelado para que nadie piense que él, dominador de la duración y del tiempo,  está sometido a alguna necesidad o a alguna hora. Lo que el mismo Señor ha establecido, ¿como podría ocultársele, siendo así que él mismo ha detallado las señales de su venida? Ha puesto de relieve esas señales para que, desde entonces, todos los pueblos y todas las épocas pensaran que el advenimiento de Cristo se realizaría en su propio tiempo."



Publicado originalmente en el Boletín informativo de la parroquia de San Juan de la Cruz de Puerto Rico, nº 812 (dic.  2008)

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