LA RISA DE UN DIOS MENOR (y III)

("El que peca que siga pecando", Ap 22, 11 ss)


  Se ha levantado el telón: en el gran teatro del mundo estamos asistiendo a tragedias humanas: movimientos telúricos, tsunamis, desbordamientos de ríos, aludes de nieve en las altas montañas que se desgranan como montoncillos de azúcar cristalina; asiste a todo esto el gesto obsceno que el becerro de oro nos inflige, encaramado en el Himalaya más alto, teniendo por felpudo a toda la Humanidad. Decimos toda la Humanidad porque desde el político más engañador y ladrón hasta el banco más avaro, estamos todos a los pies del becerro dorado. Para todo esto hay una explicación inmediata y epidérmica: Todos los fenómenos naturales adversos al hombre tienen su causa en la versatilidad de la propia naturaleza..., dicen los Premios Nobel de la ignorancia que galopan entre las mesas de la Universidad y galopan por las pantallas de la televisión. El gesto burlón del becerro de oro sobre los movimientos cíclicos del dinero, recoge los ciclos de los ladrones de cuello blanco (en antañona homilía, ya expliqué esto de los ciclos económicos, como módulos de robos en vaivén que alternan la abundancia para robar con la carencia para que el robo descanse: eso es un ciclo económico). Todas estas explicaciones "razonables", son eso, pura dimensión de la piel, es decir engaño; es como atribuir un crimen por disparo a la bala que escupió un cañón de revólver.. ¿Han visto ustedes alguna vez a una bala compareciendo ante un juez acusada de homicidio? Pues eso es lo que nos quieren hacer creer nuestros politiqueros, nuestros economistas de medio pelo, los maestros de la ignorancia que se esconden en las madrigueras de sus cátedras universitarias o los tecnólogos que predicen el tiempo, y que no dan la verdadera explicación a una naturaleza en rebeldía con su señor, el hombre. La causa última y su explicación, lo que nos servirá para la enmienda es que "la creación entera sufre dolores de parto esperando a que se manifiesten los hijos de Dios" (Rm 8, 22 ss). La psicología profunda iluminada por la sensatez y el análisis de los fenómenos nos dice que los pecados, incluso lo más secretos, transforman al hombre, y transforman, así, sus relaciones con los demás y lo demás. Si quieren ustedes tsunamis, terremotos, huracanes o alternancias de latrocinios, sigan abortando, robando, violando, maltratando, riéndose de la Iglesia... y de su moral humana..., que van por buen camino. Algún científico humanista de los que escasamente saben leer y escribir o hacer la o con un canuto, aunque tienen sus doctorados obtenidos en los caballitos o en un bingo, dirán que estas explicaciones son propias de la quincalla clerical, de sus beaterías místicas...; pues bien, a maltratar, a romper el vínculo matrimonial y a abortar..., porque ya lo dice el Apocalipsis; "el que peca que siga pecando" (Ap 22, 11 ss)

Publicado originalmente en el Boletín informativo de la parroquia de San Juan de la Cruz de Puerto Rico, nº 823 (feb. 2009)

Entradas populares