(CARTA ABIERTA A UN GOBERNANTE, SOBRE EL DISCRIMEN)
¡Hola, Pana! (Por no-discrimen, evito llamarte Señor u Honorable) No empezaré por decir que me dirijo a usted con mucho respeto, porque es una expresión vacía, burlona y repetitiva usque ad nauseam, como dirían los retóricos latinos, sólo le diré que en las últimas elecciones le di mi adhesión papeletera con la esperanza de que aupara la dignidad de este pueblo al que usted pretendía representar holísticamente, pero ha caído usted en la trampa de los tópicos de la Internacional Lingüística que pretende crear un lenguaje único; en efecto, he leído unas declaraciones que usted ha hecho a cierta agencia de noticias: "Ha llegado el momento de desterrar todo discrimen en Puerto Rico", y le he entendido muy bien (¿o no?); usted ha querido decir que, como sus hijos estudiaron en Yale, va a proporcionar a los jóvenes de cualquier caserío becas para que también estudien en Yale o Harvard..., porque si no, habría discrimen; he entendido que va a compartir usted su pingüe sueldo con todos los maestros de escuela pública y los policías que se juegan la vida para defender a los ciudadanos y apenas llegan a fin de mes en sus economías, porque si no, habría discrimen entre usted y esos empleados...; he entendido que en vez de una confortable casa-mansión, va a vivir usted en un sucinto apartamento de Nemesio Canales, porque si no, habría discrimen entre su familia y la de esas viviendas que escasamente tienen tendedero para el secado de la ropa...; sigo entendiendo que en las próximas elecciones va a aconsejar a sus electores que sean ecuánimes y repartan los votos por igual entre usted y sus opositores, porque si no esto establecería un discrimen entre su partido y los otros...; entiendo también que va a establecer usted un programa de salud y de cirugía estética gratuito para todas aquellas damas que por malformación natural o por accidente tengan unos meristemos inferiores estevados, para que todas disfruten de extremidades bellas como las piernas de una azafata de vuelo..., porque si no, habría discrimen; y, por terminar esta larga letanía que me obliga aludir a lo intuitivo que propicia todo lo cómico, como explicaba a mis alumnos de Estética la semana pasada, va usted a otorgarnos la posibilidad de que los varones tengamos las mismas fulvas cabelleras, a lo Robert Redfort en sus tiempos olímpicos, y las narices borbónicas, chulas ellas, o de que las damas las tengan bonitas, respingonas y mimosillas, a lo Nicole Kidman... Mira, pana, el bing-bang estableció un mirífico discrimen planetario con músicas astrales varias, circuitos únicos, ahuyentó la repetición ¡para siempre! e hizo imposible la igualdad por la razón más simple de todas: porque es imposible. Para que algo sea igual tiene que no existir, porque se trata de un constructo lógico que vive en los ionos de la abstracción matemática. Invitado por el Consulado Francés hace unas semanas, para una tertulia sobre la Revolución Francesa, critiqué el mote de IGUALDAD, LIBERTAD Y FRATERNIDAD... Libertad y fraternidad, sí, igualdad no; el Cónsul francés y sus cortesanos me miraban y no negaban mis análisis; hubo aplausos... Al final, una catedrática de Física se me acercó para felicitarme, haciendo una alusión paradigmática a la estructura del átomo de cuyos tecnicismos no puedo acordarme: nada es igual a nada. Un cristiano da otro nombre a ese adjetivo usado por ignorancia, y por ello con malignidad; lo igual para nosotros y para quien tenga ciertos hábitos de pensamiento crítico, se llama dignidad... y ahora suena mejor el lema tricolor: DIGNIDAD, LIBERTAD Y FRATERNIDAD... ¡Ahora sí! El encanto de la democracia ha sido afeado por la igualdad, que es cosa de chusmas, no de personas. Jamás Jesús de Nazaret ha dicho que los hombres son iguales: "Todos vosotros sois hermanos" (Mt 23, 8) ¿y hay algo más desigual, tantas veces, como los hermanos entre sí? Democracia es, sobre todo, dignidad y usted y sus indiscriminados secuaces la han convertido en un revolú que ha despojado de rostro humano (no hay dos rostros iguales) a las buenas personas de esta islita con espalda de verde-coquí. ¿Sabe porque elude usted hablar de dignidad? Porque tendría que hablar de persona y tendría que hablar de originalidad, de unicidad, de irrepetibilidad, y eso le llevaría a aceptar al Creador del hombre, que es uno y único, porque esto significa ser creado a imagen y semejanza de Dios... y eso es lo que usted pretende, engañando (porque no es usted malo, es ignorante) por el Padre de la mentira: Desterrar de la sociedad al Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob... El ser humano no es un clon, Señor Representante, (le he devuelto al final, el título discriminatorio, que a usted tanto le gusta). Le digo todo esto en un Domingo de Ramos, que no terminará en una derrota definitiva sino, pasando por el valle del llanto, en la resurrección de quien quien ha amado al hombre hasta el colmo de un amor inmortal.
Publicado originalmente en: Boletín Informativo Parroquia San Juan de la Cruz, nº 724, abril 2007. Puerto Rico,