ROCKY HA MUERTO

             

   
            FUE UN PERRO CATÓLICO Y CASTO

(Editorial perdido)

           A nuestros niños, en la fiesta de San Francisco de Asís,

 … y al Dr. Umpierre, a la Dra. Quiñones por la espléndida   obviedad de los cuidados a Rocky; a Carmín, por su ternura hacia él. A todos los niños de la comunidad parroquial, que en las fiestas de las mascotas serán acompañados por su recuerdo y presencia esculturada… entre flores, inefable.
Rocky ha muerto.  Se presentó un déficit neurológico en ambas patas traseras que le dio una leptometerosis; entre esos síntomas se licuó la energía de la vida en este entrañable cánido.

         Malabareaba la luz sobre el cristal de sus ojos cambiando láminas: gris plata,
ébano, azul antiguo, verdemar… Era un perro guapo. Además, un perro católico: 
jamás mordió a nadie, ni ladró con ira: mantuvo los colmillos encerrados en las valvas 
de sus belfos…; ladraba por deporte o satisfacción, como hacen los perros jubilosos; 
embestía a los gatos bohemios de la noche que merodeaban por la cerca… por puro 
juego. La flecha que le asignó Cupido le llegó retardada, no pudo conocer a Lissy, 
una amiguita que bajó de San Lorenzo para hacerle un juego de pestañas rizadas. 
Rocky fue un perro casto. Nada. Rocky fue un regalo de un amigo del alma, la niña que 
me lo trajo venía con su nombre de él y un jazmín entre los labios: -“Se llama Rocky…”
Yo le tenía preparado otro nombre, Malraux (que fue un ministro intocable golista en 
la época del glamour francés, antes de lo del 68…), como le puse Kafka a otro 
siberian husky durante mis dos años de ermitaño en el naciente santuario de 
Nuestra Sra. de la Providencia; me gustaba poner nombres ilustres a los animales para
recordarles y recordarme el “sic transit gloria mundi” que le susurraban a los Papas
electos con elevadas estopas ardiendo en tránsito a la ceniza del día de su 
coronación sobre el columpio de oro de una silla gestatoria… También nombré Mimí 
a una perrillas malta-toy, abandonada como una “Whitesnow” o la heroína de la 
Bohème en una buhardilla de Montmartre. Rocky posó mediáticamente para un escultor
en Madrid; iba a formar parte de un conjunto imaginero con San Francisco de Asís, que
se instalaría en el nuevo templo; nuestros niños, para los que se preparó esa imagen del
hombre de Dios, el Pobrecillo de Asís, del ecologismo puro, lo contemplarían a los pies 
descalzos de San Francisco, tendido con un ramo de rosas entre sus patas; para 
esos niños fue pensado Rocky y Francisco de Asís en un proyecto pastoral y litúrgico 
en el día 4 de octubre, la fiesta de la sensibilidad, del cariño universal, de la conciencia de
la creación, de la donación gratuita (eso es crear) y a ellos, a los niños, les entregaríamos 
un cirio con una gota de luz en pábilo, llevándolos por el oscuro corredor de lo 
confuso que hoy oculta el bosque de la ternura, los llevaríamos a un respeto por la vida
en sí misma, con veneración nada añoñada que no enseñan las democracias pajoleras, 
expertas en envainar dictaduras silenciosas…, porque la cultura de la libertad es lo 
cristiano y lo cristiano total persiste en la Iglesia, digan lo que digan los ecologistas 
a la violeta, petorreros y sensuales que exaltan el cuidado de la naturaleza por el 
impuro y mejor disfrute abusivo de ella, callando ante el aborto de seres humanos, 
mientras exaltan “el derecho de lo animales”… Porque una mascota no es una 
compensación a carencias efectivas (-“Mi mujer no quiere tener hijos”…; le he 
comprado un caniche”…, me decía un amigo). No, sino una forma viva es una fiesta
que habla del creador… Los niños de la comunidad serán adiestrados en el trato y 
en una lírica amorosa hacia el “Altísimo, omnipotente y buen Señor”…, del Cántico del 
Hermano Sol, que San Francisco, al final de su vida, sin ángeles ni violines ni luz en los 
ojos, acordó a las turbias brisas de este mundo.
         Creía yo que Rocky no iba a morir nunca… (Y me acordaba colateralmente de 
San Francisco de Borja con su pena ante el cadáver de la reina de España, de la que era
cortesano y de la que, sin quizá , estuvo enamorado…: “No volveré a servir a señor que 
se me pueda morir”); el paralelismo me sale desbordado de madre, porque Rocky no
era un señor sino un amigo que levantaba la aurora de sus ojos antes de atacar la comida
que le servía Carmín en su fuente de blanco polímero endurecido.
         Los niños… (“no hay más patria que la infancia”, escribía un amigo millonario de
poesía cara) serán los depositarios de la presencia litúrgica de este perro bueno que pasó 
por una casa parroquial sin pena ni mala gloria… sin pena, por eso no quiso 
entretenernos con las lástimas de sus piernas paralíticas, y ante lo irreversible 
inútil, declinó la transfusión de sangre que se le hizo en un último intento para salvarlo.
En años de pedantería aúlica aprendimos que el alma de los animales “educitur ex materia
reducitur in materiam”… Ay, caro Aristóteles, la energía ni se crea ni se destruye… 
y el alma es energía; Rocky ¿dónde estás?.
                                              
 Puerto Rico, 2008

(Ya aquí, en España, dedico esta florecilla a dos canes ibéricos: a Pantaleón, inocente 
como un nardo sin armas y a Piti, un perrillo menor, audaz y misericordioso).



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